domingo, 15 de enero de 2012

La matanza de los Abencerrajes


Los hechos históricos ocurridos en el reino nazarí han llegado a nosotros tamizados por el velo de los cronistas castellanos vencedores en las guerras de Granada. De esta forma los hechos reales aparecen distorsionados, algunos en forma de leyenda. Si a esto sumamos la magia que trasmite la Alhambra al visitante y el misterio que parecen desprender sus muros el resultado es obvio: una bella leyenda.
De esta manera se forjó la leyenda de la matanza de los abencerrajes, partiendo del texto de Ginés Pérez de Hita.

A finales del siglo XV el reino nazarí de Granada luchaba por su supervivencia en una desigual guerra, enfrentado a todos los reinos hispanos unidos bajo la corona de los Reyes Católicos.
Además, se desangraba en conflictos internos. De un lado el Sultán Boabdil y de otro su destronado padre, Muley Hacen, y su hermano "El Zagal". A esta guerra civil no eran ajenas las familias nobles de Granada que conspiraban a favor de uno u otro bando para conseguir escalar en la jerarquía de poder.

Aquí comienza la leyenda:
Los Abencerrajes eran una de las familias más queridas por el pueblo, distinguidos en la batallas por su valentía, por su coraje y por su lealtad al Sultán. Apreciados y respetados incluso por sus enemigos cristianos.
Por todo ello gozaban del favor de Boabdil y ocupaban una posición destacada en la corte nazarí, por encima de las demás familias nobles.

Los Zegríes, otra noble familia, estaban envidiosos del poder, del favor del pueblo y de la estima del Sultán de la que gozaban los caballeros Abencerrajes. Los Zegríes deseaban que Muley Hacen recuperara el trono de Granada.
Durante una fiesta que dio el Sultán, su favorita, Moraima, quedó prendada de un joven y apuesto Abencerraje. Sus encuentros secretos se sucedían uno tras otro en el llamado "Patio de la Sultana" en los jardines del Generalife. Allí, al pie de un ciprés que aún se conserva, daban rienda suelta a su amor, escuchando el arrullo de la fuente, oliendo los jazmines y contemplando como el crepúsculo daba paso a la mágica noche de la Alhambra.
La mala suerte quiso que los amantes fuesen espiados en uno de sus encuentros secretos y esta relación llegara a oídos de los Zegries que ni cortos ni perezosos delataron a la esposa infiel y al caballero traidor. El Sultán cayó en una profunda tristeza que más tarde se convirtió en indignación.

Las venenosas palabras de los Zegríes anidaron en el corazón de Boabdil. Además le alertaban de una conspiración por parte de sus, hasta entonces, más leales vasallos.
Así pues, el Rey Chico tramó su venganza. Invitó a los Abencerrajes a una reunión, prometiéndoles agasajos y recompensas por los servicios prestados al reino. A la llamada del rey acudieron 37 confiados caballeros ataviados con sus mejores galas y totalmente desarmados. Cuando llegaron al Patio de los Leones fueron conducidos a una sala contigua donde les esperaba la Guardia Personal del Sultán. Los ataron de pies y manos y le pusieron una toalla mojada en la boca para que no gritasen. Fueron torturados y, uno a uno, fueron degollados en la fuente que había en la sala. La sangre de los desdichados se mezcló con el agua que corrió como tinta por el canal que conduce desde la sala hasta el Patio de los Leones.
Hoy en día aún pueden verse los restos rojizos de sangre seca en la taza y en el canal, imposibles de limpiar, como mudos testigos de aquella injusta matanza de tan esforzados y fieles caballeros.
La esposa infiel fue encerrada en las mazmorras de los sótanos del Palacio donde lloró la triste perdida de su amado.

El pueblo lamentó muchísimo la muerte de los Abencerrajes y atribuyen a la desaparición de los que eran los mejores caballeros del reino, la posterior caída de este en manos cristianas.
El lugar donde ocurrió tan terrible matanza es conocido desde entonces como "Sala de los Abencerrajes" y puede visitarse en el Palacio de La Alhambra.

Muley Hacen o Boabdil, sangre u óxido, luchas de poder o venganzas amorosas, represión o ejecución… Cualquier cosa es posible, pero la leyenda perdura.





La sala de los Abencerrajes se encuentra situada frente a la Sala de Dos Hermanas, y su nombre se debe a que la tradición popular asegura que en esta sala fueron degollados los caballeros Abencerrajes, aunque los autores no se ponen de acuerdo sobre qué monarca ordenó su ejecución.

La entrada a la sala presenta dos arcos separados por un corredor que comunica con el piso alto, a la izquierda, y con el vestíbulo de la entrada primitiva al palacio, a la derecha. El cuadrado central de la sala posee alcobas en sus laterales, con arcos decorados de manera exquisita cuyas columnas poseen capiteles azules, y techos con pinturas. Las paredes presentan cubiertas de yeserías y un zócalo de azulejos del siglo XVI, de estilo renancentista. Sobre ocho trompas de mocárabes encontramos una magnífica cúpula también de mocárabes. En estas trompas podemos leer la siguiente inscripción: “No hay más ayuda que la que viene de Dios, el clemente y misericordioso”. Las ventanas situadas en el comienzo de la cúpula dejan pasar una luz tenue que ilumina sus mocárabes, dándole un aspecto mágico.



De fondo suena un fragmento de la suite Schehrerazade, compuesta por Nicolai Rimsky Korsakov en 1888.


Publicado por Enrique

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