viernes, 16 de diciembre de 2011

Mariposas de luz


¿Quién sabe que es la oscuridad?
La oscuridad total de los inviernos. Sin resplandor de farolas ni leeds de despertadores.

Noches eternas sin luz al calorcito de ascuas.
Al exterior, las ventiscas se amontonan en la calle. Y en las ventanas, rendijas que silban vientos helados.
Noches de mesa camilla, abrigados por enaguas.
Los postes que llevan la luz, hace rato derribados como si fueran pajitas de nidos de gorriones.
En la mesa, las historias se iluminaban con velas.
Luces parpadeantes que, cansadas con las horas, van derramando la cera que por el borde resbala.

Es la hora de acostarse del pequeño de la casa. Nota las sábanas frías y la opresión de las matas.
Tras el beso y la oración, la pequeña luz se apaga.
Desde techos y ventanas, de las puertas del armario, desde todos los rincones se van haciendo visibles los invisibles temores.
Es la oscuridad total.

¿Quién no tuvo una madre o una abuela?
En un armario, escondidas, descansan las mariposas.
Un plato de porcelana lleno con aceite y agua. Y las mariposas vuelan hasta posarse en el charco. Y el sonido de los mistos, desgarrados por la lija.
Al poco, rumor de pasos. Sordos pasos de mujer con las manos encendidas.
Pequeños puntos de luz para poder agarrase.
Pequeñas y ondulantes llamas. Veleros, empujados por la brisa, sobre los más densos mares.
Y los miedos infantiles, oscuros, deshilachados, se disuelven en el aire.

Hubo un tiempo en Cádiar en el que era muy común la falta de la electricidad. A veces se encadenaban noches y noches sin luz. Las líneas eléctricas se venían abajo con mucha facilidad, “con la meá de un pájaro” o “con el soplío de un mosquito”. La multinacional eléctrica que abastecía al pueblo no disponía de medios, o de efectivo, o de voluntad para repararlas.
Así, desperdigadas por cajones y alacenas, en todas las casas del pueblo había velas de todos los tipos y tamaños, quinqués, linternas de petaca y cajitas de cerillas, o mistos como antes los llamábamos.
Luego llegó el superhéroe de las noches sin luz, “PetroMan”. Con el nombre de Petromax conocíamos a aquellas lámparas de camisa que funcionaban con la botella azul de CmpingGas.
Pero, de entre todos estos artefactos, el recuerdo mas entrañable que conservo es el de las mariposas de luz o de aceite. Aquellas que mi madre o mi abuela encendían para el recuerdo de familiares difuntos. O que encendían, simplemente, para alumbrar aquellas noches de invierno sin luz. Aquellas que eran estupendas para establecer un punto de luz que terminara con los miedos infantiles.

Publicado por Enrique

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