Callejeando, me encuentro con la plaza de Encarni García Alcazar. Un nuevo espacio urbano de reciente construcción. Una plaza abierta con un pórtico de entrada formado por una fuente bautizada con el sonoro nombre de Fuente de la Justicia. Con sus bancos y farolas. Con árboles y flores. Al final, un enorme escenario, cierra la plaza.
Su construcción, su diseño y sus usos han suscitado en el pueblo opiniones encontradas, muchas veces influidas del matiz político que impregna todas las actuaciones que se realizan en Cádiar.
De todas formas, para gustos los colores.
En esa plaza se sientan los mayores cuando la tarde refresca y, en ella juegan los niños con balones y bicicletas.
Se usa para los mercados y para situar las casetas de la Feria de Muestras o de la Feria de Octubre.
No entraré en polémicas inútiles. Fundamentalmente porque cuando miro la plaza veo las antiguas escuelas.
Aquellas escuelas en las que pase ocho años de mi vida.
Veo las casas de los maestros con los balcones abiertos, y en los mosaicos centrales la Virgen de la Esperanza.
Veo el edificio de aulas con aquellos patinillos hacia la fachada norte y de enormes cristeras hacia la fachada sur.
Veo aulas atiborradas, cuarenta niños por curso. Veo viejos pupitres dobles y la mesa del maestro. Veo la pizarra verde con la regla de madera, con el compás de madera y los paquetes de tizas.
Veo la calle de la entrada con aquella acequia hundida, junto al muro de Rosendo, salpicada de moreas.
Veo el camino de La Veguilla , siempre tan perfumado, y por el que se podía bajar hasta el barranco.
Veo un patio de tierra. Era un patio sin vallar con el balate de piedra al haza de Pepe el Porras. Veo a “Los Grandes” corriendo por ese patio enmarcado entre otras cinco moreas.
Y me veo con los pequeños en la calleja de tierra por detrás de las moreas, en la puerta de Canales que hoy llaman calle Lepanto. Dos peloteras de niños, los turcos y los cristianos, tras un bote de lejía. Tantas patadas al bote como a otras espinillas. Recuerdo las porterías formadas por cuatro piedras y las voces y las risas y las pequeñas peleas. ¡Cuántos goles se metieron con el bote de lejía!
¡Cuántas discusiones tontas por los goles anulados! ¡Ha sido “Frisky”, cojones!
Y después de tantos años, paseando por la plaza, me pregunto ¿Qué será “Frisky”?, cojones.
Publicado por Enrique
7 comentarios:
El frisky era una solución para los partidillos en microterrenos de juego (véase la calle real, en el cruce con Doctro Fléming).
Consistía en que el portero no podía tocar con la mano el balón a más de cinco pasos de la portería, lo cual se castigaba con un tiro libre indirecto "de cuchara", colocándose el balón entre el empeine y la espinilla.
Un invento autóctodo del que nunca más se ha sabido.
Cuando no era fisqui era "orcider" de offside, en inglés fuera de juego. Lo recuerdo todo tal y como lo cuentas, Enrique.
Buenas noches a todos.
Muy bien descrito y mejor relatado. Sigue contando historias del pasado que todos llevamos marcadas en las arrugas de los años. Recordar para no olvidar nos hace grandes. Afectuosos saludos a todos los pávicos que conozco de Orgiva.
Recuerdo el tiro libre de cuchara y también recuerdo el orcider, como dice Paco. Pero no creo que esta última falta fura equivalente al fuera de juego. Cuando jugabamos de niños todos ibamos y todos veníamos. Y Luego estaba la figura del delantero muerto o palomero, que sin fueras de juego y sin correr el campo, metía mas goles que los demás.
Hemos opinado sobre el frisky.
Pero ¿Qué opinais de la nueva plaza?
A mi me parece que tiene muy buena situación y que es un buen lugar de encuentro en el centro del pueblo.
No me gusta la fuente con la balanza de la justicia.
De todas formas cuando la vea "in situ" os comentaré mejor.
La plaza es una buena solución para el pueblo. Lo del escenario fijo es una muy buena idea y la fuente, otra fuente más en el pueblo, tampoco hay que hacer ninguna como la de Trevi. Los artistas locales no dan para más.
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