Jugar al trompo ha sido normal para todos los que nacimos en la década de los sesenta. Era un juguete barato y, además, posibilitaba el juego en común y lo que ahora se llama “una buena socialización del niño”.
Solo era necesario un trompo de madera y una cuerda para enrollarla alrededor.
Luego, tirando violentamente de un extremo de la cuerda a la vez que se lanzaba el conjunto contra el suelo, el trompo estaba bailando.
Podías bailarlo en el suelo o en la mano. Podías hacerlo bailar sobre un puente de la cuerda. Podías hacerlo saltar, liando la cuerda en torno a la punta y tirando hacia arriba.
Pero, sin duda alguna, el rey de los juegos de trompo era “El Reondel”.
Simplemente había que dibujar un círculo, de unos dos metros de diámetro, en el suelo y estaba lista la pista. Con un palo en suelos de tierra o un yesón en suelos de asfalto el problema de conseguir pistas estaba solucionado.
El juego era bastante simple. Si iba tirando por turno, lanzando el trompo dentro del redondel, asegurándose de que bailara y de que saliera del círculo maldito.
Digo círculo maldito porque el redondel era una especie de pequeña plaza de toros diseñada para banderillear o matar los trompos de los rivales. Y es que el trompo que, en la tirada, no bailaba o no salía del redondel amochingaba. Ese trompo era colocado en el centro del círculo y ese jugador no lanzaba hasta que su trompo era sacado fuera del maldito círculo.
Nuevamente la palabra maldito. Porque la gracia estribaba en dañar lo mas posible esos trompos colocados en el centro, y si era posible romperlos. La estrategia, lanzar fuerte sobre ellos. Otra más hiriente, utilizar trompos con punta de púa que desgarraban la madera.
Y así pasábamos horas durante los meses de Otoño. Hablando de trompos rotos o de cómo hacer mas daño. Pintándolos de colores descubrimos lo del tuning. Con los trompos y las trompas, con las nerviosas virutas. Con las puntas, con las púas y las lazadas de cuerda.
Recuerdo los redondeles alrededor del tiovivo, de las casetas de tiro y de aquellas volaeras que montaban en las ferias.
Y así pasábamos horas hasta que, sin darte cuenta, llegaba un día uno mas grande, cogía tu trompo del suelo y lo lanzaba tan lejos que nunca lo recuperabas. Y luego decía sonriendo: “En llegando los finaos trompos y cuerdas a los terraos”.
Publicado por Enrique
6 comentarios:
Yo nunca he jugado al trompo, pero si recuerdo la cuerda, el elástico, el quema
Por cierto alguien se acuerda del doble elástico, se empezaba por el suelo, luego a los tobillos, corbas, cintura..... Se pisaba y luego se saltaba, si no me falla la memoria cantábamos alguna canción?
He tenido que ir al diccionario para averiguar lo que son las corvas. Además de navajas, la parte de atrás de las rodillas.
Siempre se aprende algo!
Ah! Si te acuerdas de ese elástico doble y de la cancioncilla, podías escribir una entrada contan y catandolo.
Te enviaré a tu mail una invitación a participar como autota.
Si no te acueradas pues escribes la receta del bacalao a la navarra.
No me acuerdo muy bien, pero es cuestión de recordar.
Pero la receta del ajoarriero os la indico cuando queráis, lo recuerdas Enrique?
Pues nunca aprendí a tirar un trompo decentemente, ni a jugar a la lima con un mínimo de acierto, ni a dar dos palos seguidos en el boli...
Igual ahora a los nuevos concejales de cultura se les podía ocurrir organizar unos juegos alpujarreños reales, basados en tradiciones locales y no esos juegos alpujarreños de fútbol y natación.
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